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La lista actual de presos y presas enfermas graves e incurables recoge 19 personas

ETXERAT (8-1-2019). Hemos convocado esta rueda de prensa para dar a conocer la situación de las presas y presos de motivación política que sufren enfermedades. Una situación preocupante como se desprende de la evaluación que, seguidamente, harán profesionales médicos. Pero antes que nada, creemos que es importante tener en consideración, que la cárcel es un medio que genera enfermedad. Las condiciones de vida en un entorno cerrado y masificado, insalubre; la tensión y el control constante de todos los aspectos de su vida; el modo de vida antinatural al que presas y presos se ven forzados a vivir durante años, es caldo de cultivo para la enfermedad, tanto física como psíquica. Estas condiciones se agudizan en los regímenes de vida más severos: primeros grados, régimen cerrado, aislamiento… La cárcel genera enfermedad, pero, además, una vez que la enfermedad se declara, el preso enfermo no tiene las mismas opciones para ser diagnosticado, atendido y tratado por su enfermedad, que cualquier persona: el preso enfermo es primeramente preso, con todas las restricciones, todas las limitaciones, los condicionantes y las prohibiciones y después, en todo caso, enfermo. Su derecho a la salud queda siempre en el último plano.

Hablamos de consultas, pruebas y diagnósticos que se retrasan durante meses, impidiendo el diagnóstico y el tratamiento tempranos y añadiendo preocupación y temor a la persona enferma y a sus familiares; hablamos de revisiones médicas que no se cumplen en los plazos señalados, por grave que sea la dolencia; de intervenciones quirúrgicas que se suspenden repetidamente… cada caso de enfermedad en prisión es una dura prueba para la persona enferma y para sus familiares y allegados que saben que acaban de iniciar una carrera de obstáculos y de impedimentos.

Mención aparte merece la situación de las presas y presos con enfermedades graves e incurables. Para la actual política penitenciaria, una política penitenciaria de excepción que tiene como única finalidad la venganza y el chantaje, la situación de estas personas las convierte en objetivo prioritario. De ahí las dificultades para conseguir que sean excarceladas, una situación recogida por la legislación para enfermedades graves e incurables. Recordamos la crueldad con que se ha tratado a presas y presos gravemente enfermos, llegando a exigir que se alargue su sufrimiento manteniéndoles en prisión hasta el último momento, o tratando de aprovechar sus vulnerabilidad al añadir nuevas condiciones para su excarcelación.

Por último, recordamos también que durante 2019, han fallecido tres ex presos, liberados pocos meses antes de su fallecimiento y cuando ya su enfermedad había entrado en fase terminal.                                                    

Presos y salud hoy en dia

En lo que se refiere a la situación actual de las y los presos enfermos, en estos momentos tenemos registradas 69 personas presas que sufren algún tipo de enfermedad orgánica, las cuales precisan (y se les ofrece) una asistencia rigurosa. Tenemos contabilizadas, así mismo, otras 38 personas con patologias leves o sin datos demasiado significativos que alguna vez han acudido a nosotros. A la hora de realizar nuestras evaluaciones solemos taner en cuenta el primer grupo, aunque somos conscientes de que hay más personas presas con algún tipo de enfermedad pero que, de momento, no precisan de nuestra asistencia. Los historiales médicos que nos van llegando de las diferentes cárceles nos dan una pista a este respecto.

De estas 69 personas 16 forman parte de las lista de presas y presos enfermos graves e incurables. A otras 15 personas se les hace un seguimiento estricto de su enfermedad y, finalmente, tenemos otras 37 personas bajo control, con patologías menos severas. Hay que precisar que algunas de estas personas se encuentran pendientes de los resultados de diversas pruebas clínicas con posibilidad de diagnósticos de carácter grave.

En el caso de las personas que sufren algún tipo de enfermedad psíquica, en estos momentos tenemos registradas a 16 personas, de las cuales 4 están en la lista con pronóstico severo, 6 con seguimiento estricto y otras 6 que precisan de un control menos estricto. Así mismo, aparte de estas 16 personas, tenemos contabilizadas otras 26 que sufren o han sufrido algún tipo de neurosis. Hay que subrayar que 13 de estas personas precisas y reciben asistencia directa (visitas de terapias individuales en las cárceles) de nuestros profesionales. Un dato significativo: en los últimos 12 años se han denegado por parte de la administración penitenciaria 33 peticiones de asistencia de psicólogos extrapenitenciarios.

Otro dato a tener en cuenta: hoy en día, con cerca de 250 presos y presas de este colectivo, el 34% de ellos sufren algún tipo de afección significativa, mientras que hace 10 años, con cerca de 750 pre@s, no llegaba al 25%. ¿Qué factores intervienen en esta realidad? Los que llevamos detectando estos últimos años: el incremento de la edad media y período de encarcelamiento de quienes integran este colectivo.

La consecuencia de todo ello la abordamos con la confección anual de una lista de personas enfermas graves e incurables, bajo un criterio estrictamente médico. La lista actual recoge 19 personas enfermas, dos menos que en la lista del año anterior: Aitzol Gogorza, en prisión atenuada, y Jose Angel Otxoa de Eribe, fallecido recientemente). Entre estos casos es evidente que hay algunos con un nivel de gravedad muy alto; esto es, con riesgo evidente de muerte. En este grupo incluímos los casos de cáncer, cardiopatía severa (Josetxo Arizkuren o Mikel Otegi) y enfermedad psíquica grave (Txus Martin, Kepa Arronategi y un paciente incluido en la lista no pública) así como enfermedades degenerativas en un estadio avanzado (Ibon Fdz. Iradi, aquejado de esclerosis múltiple). Otro grupo lo conceptualizamos como personas sin riesgo evidente de fallecimiento pero a los que la cárcel (estructura, normativa, régimen de vida...) les perjudica en su quehacer diario: aquí incluímos tanto a pacientes con enfermedades degenerativas y, por tanto, incurables (espondilitis, artropatía psoriásica...) como a los afectados por enfermedades oftalmológicas graves (Iñaki Etxeberria y J.G. Maiza).

¿Qué proponemos tanto a los de un grupo como a los del otro? Es evidente que lo que urge es excarcelar a los que tienen pronóstico y riesgo de muerte: los afectados por cánceres, enfermedades cardiológicas y psicóticos. Algun afectado por algún tipo de cáncer se encuentra en fase de remisión o con el tumor neutralizado, pero el carácter de la enfermedad nos exige evitar cualquier repunte de la enfermedad o riesgo imprevisto (caso Uribetxeberria, Otxoa de Eribe...). A los enfermos crónicos sin riesgo evidente de fallecimiento se propone traerlos urgentemente a Zaballa, donde la asistencia extrapenitenciaria y hospitalaria es más viable.

Por otra parte, en lo referido a la asistencia sanitaria de estas personas encarceladas, tanto a lo largo del año (y anteriormente, claro) como en los últimos meses nos hemos encontrado con situaciones que afectan negativamente a estas personas y a sus enfermedadees. Así, por ejemplo, y ciñiéndonos a los ùltimos casos de los que hemos tenido conocimiento, constatamos una serie de deficiencias a corregir.

Nos tenemos que referir, por una parte a retrasos de consultas, pruebas o intervenciones hospitalarias. Estos últimos meses se han materializado alguno de estos problemas o negligencias en pacientes presos de este colectivo: Listas de espera para intervenciones quirúrgicas de más de un año, falta de coordinación entre cárcel y hospital, falta de comunicación al o a la paciente sobre el particular, a expensas del dolor y la incertidumbre de la persona enferma, tratamientos equivocados en paciente afectado por problemas cardíacos graves... Por otra parte, hemos observado casos de precariedad en el seguimiento médico de las y los pacientese. Caso Kepa del Hoyo: nula gestión sanitaria los días previos a su muerte. Caso Josetxo Arzkuren: tratamiento equivocado en la cárcel a paciente varias veces infartado. Así mismo, constatamos que año tras año se repiten las dificultades en excarcelación de presos graves e incurable. Si bien es verdad que este último año se han excarcelado a presos graves e incurables (Asier Aginako o Jose Angel Otxoa de Eribe), también es cierto que algunos de estos excarcelamientos o cambios en la situación de estas personas han tenido lugar tras constatar durante largos años la gravedad de la enfermedad, corroborada por informes médicos exahustivos y contundentes. A este respecto, hay que remarcar una vez más que muchas veces son los criterios penitenciarios o judiciales los que prevalecen, por encima de los criterios médicos, a la hora de valorar la excarcelación de estas personas. El caso actual de Ibon Fdz. Iradi, aquejado por una esclerosis múltiple, es ilustrativo de ello: tras una primera valoración por parte de expertos médicos nombrados por el juez, recomendando su excarcelación, las intervenciones de la procuraduría y de diversas instancias judiciales han retrasado durante años una decisión que se prevé para próximas fechas.

Y, para terminar y como dato significativo, remarcar que este pasado año fallecieron tres expresos, excarcelados en su día por la gravedad de su enfermedad: Oier Gomez, Juan Mari Maizkurrena y Jose Angel Otxoa de Eribe. Los tres con cánceres y los tres en estadio terminal. Es lógico pensar que si estas personas hubieran sido excarceladas cuando el estadio de la enfermedad no estaba tan avanzado, la esperanza de vida de ellos podría haberse ampliado significativamente.