ETXERAT. Ayer nos llegó la noticia de la muerte en prisión del preso político navarro Xabier Rey. Una muerte que se podía haber evitado. Podían haber evitado esta nueva muerte. Y no han querido. Se cumplen más de seis años del cese definitivo de la actividad armada de ETA y un año desde su desarme, pero los familiares y los allegados de los presos y exiliados políticos vascos, y los propios presos, seguimos sin poder hablar en pasado del sufrimiento y el dolor que provocan las medidas de excepción de la política penitenciaria.

La responsabilidad por la muerte de Xabi Rey recae en su totalidad en la política penitenciaria aniquiladora de excepción que mantiene el Estado español. ¿O no es cruel hasta el extremo mantener a la práctica totalidad de los presos políticos vascos en primer grado, en régimen cerrado, de manera colectiva y por tiempo indefinido? Xabier Rey forma parte del colectivo de presos vascos que cumplen largas condenas en cárceles lejanas y que sufren, por lo tanto, un importante deterioro de su salud física y psíquica.

La aplicación sistemática del primer grado impide cualquier avance de la vía penitenciaria individualizada, pero además, supone también graves restricciones en un régimen de vida ya de por sí limitado. Encerrar al encerrado. Aumentar el aislamiento, favorecer el desarraigo, propiciar situaciones límite y mantenerlas durante años. ¿Qué nombre le damos a la muerte de Xabi, tras 10 años encarcelado en primer grado? ¿Qué nombre le van a dar los partidarios de la política de dispersión para sacudirse las responsabilidades?

La aplicación sistemática del primer grado impide cualquier avance de la vía penitenciaria individualizada, pero además, supone también graves restricciones en un régimen de vida ya de por sí limitado.

¿No es cruel hasta el extremo que los familiares y allegados de Xabier Rey tengan  que acudir a recoger y repatriar su cuerpo a Puerto de Santa María, a 1.050  kilómetros de distancia, tras 10 años de su encarcelación y, por lo tanto, otros tantos años de viajes interminables para poder visitarlo mientras vivió? El mismo alejamiento que motiva que, ante casos como el que nos ocupa, la familia y los allegados reciban el castigo añadido de sufrir el dolor y la angustia desde sus propias casas, y la dificultad para realizar todos los trámites necesarios para poder volver con su ser querido a su pueblo.

La violencia de las políticas penitenciarias sigue propiciando situaciones dramáticas como la muerte de Xabier Rey. Pese a que veníamos reiterando el riesgo de encontrarnos con otra persona muerta en el contexto del aún irresuelto proceso de paz y de resolución del conflicto, el Estado español sigue sin acometer los necesarios cambios en sus políticas penitenciarias.

Lo dijimos el pasado verano con motivo de la muerte de Kepa del Hoyo. No podemos esperar por más tiempo. Esta muerte se podía haber evitado. La podían haber evitado. Sabemos que la sociedad vasca está en el camino correcto para, junto a instituciones de Euskal Herria y los agentes políticos, sindicales y sociales afrontemos una solución definitiva al asunto de los presos en plazos razonables y factibles de tiempo.

Pedimos compromiso, determinación y valentía para afrontar de una vez el reto porque la sociedad vasca no puede permitirse una sola vez más que alguien más quede en el camino, aunque tras este fuerte golpe sabemos que cientos de amigos y familiares tendrán que ponerse en carretera y entrar otra vez en la ruleta rusa.

Queremos mostrar nuestro dolor ante este hecho tan triste y manifestar nuestras más sentidas condolencias y nuestra solidaridad a los familiares y allegados de Xabier: estamos con vosotros. Hoy y siempre, con vosotros.

¡STOP A LA POLÍTICA PENITENCIARIA DE EXCEPCIÓN!

¡LAS Y LOS QUEREMOS VIVOS Y EN CASA!

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