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ETXERAT. Etxerat quiere haceros partícipes de una nueva iniciativa nacional en su lucha por acabar con la política de dispersión y para trasladar la dura realidad a la que cientos de personas hacen frente todas las semanas. “Los vértices de la dispersión” es una planificación que pretende hacer visibles todos los diferentes perfiles a los que alcanza la actual política carcelaria, indistintamente de su condición. Esta nueva iniciativa tendrá dos vertientes: una institucional, y otra dirigida a la sociedad. En el primero trabajaremos con diferentes instituciones, partidos, sindicatos y agentes, trabajando por lograr acuerdos. Mientras que el segundo se presentará en formato de charlas y estará dirigido a las y los ciudadanos. Abordaremos las diferentes puntas, los bordes de esa política inhumana.

La primera estación serán los menores de edad y la dispersión. La actual política penitenciaria, lejos de resumirse en una serie de medidas y en el alejamiento sobre el que principalmente se sustenta, es una bomba de onda expansiva que alcanza a los familiares de presos políticos vascos, obligándoles a recorrer larguísimas distancias para poder verles, y condicionando de esa manera también, física, psíquica y económicamente sus vidas.

La política de dispersión o nos mata, o nos agrede, porque es un arma de doble filo. El daño está asegurado con la dispersión. Esta, afecta a un gran espectro de la sociedad vasca, y bajo él, a perfiles de diferentes edades, sexo, clase e ideología, que poco importan cuando lo que se está vulnerando son derechos humanos que como personas, nos pertenecen y se nos están negando. Entre ese grupo de receptores que también forman los familiares al igual que los presos, se encuentran los niños y menores de edad:

Niños y dispersión. Palabras que deberían separarlas abismos, y por desgracia, no es así. Son abismos kilométricos los que los separan de sus progenitores y familiares encarcelados. Ha sido y sigue siendo una realidad en el ámbito de familiares de los presos políticos vascos. Ya que ellos, también son familiares contra los que se dirige esta política de excepción que durante 26 años lleva marcando diferentes generaciones de niños y niñas. Que la dispersión pesa sobre todos y cada uno de los lazos familiares y de amistad del preso o presa político es una realidad tan trágica como innegable. Los niños no son excepción.
Esta infancia a la que la política de dispersión marcará ya de por vida con unas u otras consecuencias – no olvidemos tampoco que ellos también son empujados a jugarse la vida durante horas y kilómetros –realiza desplazamientos desde muy temprana edad, la suficiente como para viajar semejantes distancias; la idónea, no. El niño o la niña está desarrollando entre otras, sus habilidades sociales, y se le está privando de un sustancial apoyo para su formación como persona. No digamos ya, en el ámbito sentimental, la privación del cariño.

Son niños a los que se les está condicionando su desarrollo psicológico y estudiantil, ya que al largo camino hasta las cárceles en las que dispersan a los presos políticos vascos, hay que sumarle las horas de estudio en los centros docentes, tras las cuales tienen que emprender acto seguido el viaje, si no faltan por la imposibilidad de hacer coincidir el transporte y los horarios asignados a las visitas. Visitas tras la cuales se incorporan de nuevo al colegio con el evidente cansancio y sin haber podido recuperarse del trayecto, ni física, ni emocionalmente. Dificulta la educación, y con ella el desarrollo de la personalidad, sujeto a ella.

Esta política contradice el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales que reclama el derecho a la educación. ¿Cómo se les puede inculcar y reclamar el respeto que se les está negando a ellos?

Someter a la infancia a tan grandes desplazamientos para poder llevar una relación, ni siquiera normalizada, con sus parientes es contrario a la protección social hacia los niños que el derecho a la salud reivindica. Se mire por el ámbito que se mire, este colectivo tan vulnerable se encuentra igual no, más indefenso ante esta política penitenciaria que el resto de nosotros. Vulnera su derecho a la vida familiar, e incide directamente en su rendimiento escolar – afectando su derecho a la educación -, en su desarrollo físico y psicológico –su derecho a la salud – y en el derecho a la protección del menor, al ser empujado a tomar los riesgos que implica viajar durante miles de kilómetros y horas para poder ver a uno o sus dos progenitores. Por último, volvemos a recalcar que ellos también corren el riesgo de perder la vida en esos larguísimos trayectos.

Aprovechamos para traer a la memoria el accidente que sufrieron hace cuatro años los hijos del preso político vasco Mikel Egibar, junto con su mujer. Chocaron contra un camión tras volver de visitar al preso en la cárcel de Zuera. La mujer y el hijo del Egibar tuvieron que ser que ser sacados del vehículo por los bomberos, mientras que la hija del preso fue trasladada un Hospital infantil. Los tres estuvieron ingresados en dos Hospitales de Aragón.

Esta realidad, se abordará en las charlas que darán comienzo en Bilbo. Este jueves, 25, el edificio La Bolsa acogerá a las siete de la tarde un coloquio en el que participarán un psicólogo, un profesional de la docencia y personas que durante su infancia han vivido bajo el yugo de la dispersión. Etxerat quiere hacer una invitación a las y los ciudadanos a que acudan a la primera de esas citas que después se trasladarán al resto de provincias. Reactivemos nuestro compromiso contra la dispersión.

 

Haurrak eta dispertsioa