GARAEtxerat ha dado un nuevo paso en su labor asistencial asumiendo los gastos jurídicos de los presos y presas, incrementados considerablemente con la ofensiva legal de EPPK, y también los sanitarios, cada vez más altos. Ocurre en un momento de expectativas como la marcha de París pero también de situaciones dramáticas y mucha carga acumulada sobre los familiares. Entrevista a Urtzi Errazkin en Gara.

Etxerat ha anunciado que asume los costes de la asistencia jurídica a los presos vascos. En un momento de ofensiva legal, es una decisión potente.

Sí, lo es. Se van a multiplicar el trabajo y los gastos. Sabemos que los familiares ya tienen bastante carga con la dispersión y para ellos iba a ser muy complicado, así que, dado que los estatutos de Etxerat ya contemplaban esta posibilidad, hemos decidido asumir esos costes jurídicos. Ello nos aboca a pedir ayuda a la ciudadanía, para que realmente podamos cubrirlos. Y también los gastos de asistencia médica, porque aunque la cantidad de presos esté bajando se están incrementando las necesidades por el envejecimiento progresivo. Estamos hablando de que hoy día hay 91 presos con distintas enfermedades.

Esa ofensiva jurídica es amplia: tribunales españoles de todo tipo, recursos a Estrasburgo, iniciativas ante el Defensor del Pueblo... ¿Qué supone económicamente?

No podemos hacer un cálculo todavía, pero los gastos se multiplicarán seguro. La decisión del Colectivo se refiere al Estado español y al francés. Como ya se ha avanzado, se recurrirá por ejemplo el primer grado, que se impone sistemáticamente. Hay un dato impactante: ese primer grado se aplica apenas al 1,5% del conjunto de presos en el Estado español, pero se le impone al 95,5% del Colectivo.

A veces, sobre todo por denuncias del PP y demás, se escuchan noticias sobre ayudas de instituciones a Etxerat. ¿Cuál es la fotografía completa, con qué apoyo económico cuentan?

Desde Etxerat hacemos peticiones puntuales y para temas concretos. Pero la mayoría de la ayuda que recibe Etxerat es solidaridad del pueblo, los «Etxerat lagun». Necesitamos esa ayuda y también estamos hablando con sindicatos, asociaciones... Hay que incidir en una cuestión: estos pasos se dan para llegar al final del proceso de paz, en este caso para vaciar las cárceles. Etxerat nació con vocación de desaparecer cuanto antes, pero tiene claro a la vez que seguirá existiendo hasta que el último preso o exiliado esté en su casa.

Antes de ese horizonte está el del acercamiento. Madrid ha dicho siempre que si se disuelve ETA se acabará la dispersión. ¿Lo cree Etxerat? ¿Y lo espera?

De entrada, no aceptamos ese planteamiento. Los derechos no pueden someterse a contrapartidas, deben reconocerse sí o sí. Luego, ¿si lo creemos? La experiencia nos dice que en el momento en que se dan pasos que se reclaman, aparecen otras condiciones nuevas, y luego otras... se va inventando todo sobre la marcha. Esperanzas sí tenemos, pero no derivan de las palabras del Gobierno español, sino de la presión que se está viendo desde el Gobierno Vasco, el Gobierno navarro, Iparralde, la sociedad vasca en conjunto.

La unidad de fuerzas en Ipar Euskal Herria está dando resultados visibles. Etxerat habla al mismo tiempo con los agentes del sur, ¿ve posible lograr algo así en esos territorios?

Lo que ha pasado en Iparralde nos suscita un poco de envidia, sana envidia. Ver a Etchegaray al frente de la delegación vasca, a todos con los mismos discursos... es algo que empezaron a trabajar desde el mismo día de Aiete y que ha ido cuajando. Nos gustaría algo similar a este lado, pero la cultura política es diferente. Algunos pasos sí se han visto, como la unidad por los presos enfermos, a la que se han sumado todos los sindicatos.

¿Cómo están viviendo los familiares la movilización del 9 de diciembre en París?

Con muchísima ilusión. Algo así era impensable hace un tiempo, con todos los apoyos que está recabando, con la resolución del Ayuntamiento de París... Con ilusión y con ganas de que aporte algo. Necesitamos cambios reales y por eso estamos haciendo esta gira de tres semanas por las cárceles, desde Mont de Marsan a París, hablando con la gente de estas localidades y explicándoles la realidad.

¿Estaba en la agenda de Etxerat la transferencia de la política penitenciaria? Lo pregunto porque da la impresión que el proceso catalán ha tenido el efecto indirecto de pararla...

Etxerat es parte del Foro Social Permanente y para el Foro esa transferencia es algo importante y necesario, a fin de que en un futuro se pueda abordar la salida de los presos en tiempo breve. Pero solo la transferencia de prisiones tampoco valdría, porque por ejemplo la Audiencia Nacional va a seguir estando en Madrid. Es cierto que parece que con Catalunya se ha parado ese proceso, pero también pensamos que se debe aprovechar que el foco está puesto en Catalunya para hacer algunas cosas con más margen, sin titulares.

En lo que hemos hablado hasta ahora hay perspectivas positivas. Pero también muchos hechos negativos, como el caso de Ibon Iparragirre... ¿Qué pesa más en los familiares? ¿Hay optimismo o pesimismo?

Entre los familiares, lo que ocurre es que los años no pasan en vano. Cada fin de semana, cada viaje, agrava el padecimiento. Hemos tenido que denunciar la pasada semana que a un preso [Txuma Altable] le impedían visitar a su madre de 92 años, que tiene Parkinson y no puede viajar a la cárcel, cuando el propio fiscal decía no solo que tiene derecho, sino que lo tendrían que acercar. Los presos y los familiares cada vez tienen más edad. Y cada vez nos viene más gente que dice «Ésta es la última visita a mi hijo, ya no puedo ir más», y escuchar eso es durísimo, terrible. Entonces, sí que hay cosas que te animan a agarrarte a ellas, pero luego de las palabras no se pasa a los hechos.

¿La difusión de la situación de los «niños de la mochila» está teniendo resultados? Era una realidad invisibilizada...

Sí, hay una concienciación amplia de lo que supone este problema. En general, se están viendo todas las consecuencias que tiene el alejamiento. Hace falta que llegue a los políticos, para que defiendan los derechos de esos menores.

Mirándolo en perspectiva, ¿van mejorando las cosas a nivel social y político? ¿Aún hay quien defiende la política carcelaria?

En Euskal Herria ya es muy poca gente, pero cuando salimos a España aún se nos hace muy difícil explicar la realidad, porque los políticos transmiten el mensaje justo contrario: que la dispersión está teniendo frutos. Y Etxerat pregunta, ¿de qué frutos hablan? ¿De los 16 muertos en la carretera? En el Estado español queda mucho por hacer.

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