ETXERAT. La entrevista se concerta para hablar de malas noticias otra vez, especialmente la circular sobre presos enfermos. Pero en vísperas de realizarla se revelan también pasos hacia un acuerdo sociopolítico y el desarme que abre un nuevo escenario. Un panorama de claroscuros que no despista a Etxerat. Mañana, asamblea anual.
Hay muchas noticias recientes sobre los presos, pero sin duda la situación más acuciante es la de los enfermos. Y ahí se ha filtrado una circular de Instituciones Penitenciarias para mantenerlos dentro hasta el final. ¿Cómo hay que tomarla?
Patricia VELEZ: Buscan blindar la que ha sido su estrategia hasta ahora, poniendo negro sobre blanco lo que ya están haciendo.
Urtzi ERRAZKIN: Si miramos para atrás vemos que hasta 2011 se aplicaba la ley bastante bien, pero luego lo han ido endureciendo y endureciendo hasta este punto de plasmarlo en un papel. En la última petición sobre Ibon Iparragirre, el juez ponía en el auto que no lo excarcela porque aún le quedan entre uno y cinco años de vida y eso es demasiado tiempo para ponerlo en la calle. ¡Eso está escrito en el auto! O sea, ya se estaba aplicando, pero eso no quita que la circular sea gravísima. Se están muriendo en la cárcel y es un tema a afrontar con urgencia.
¿No hay algo de «guerra sicológica» en ello, un mensaje implícito de «no váis a conseguir ni esto, ni lo más básico»?
U.E: El Gobierno está poniendo todo el tiempo como contrapartida lo que en realidad son derechos y son sus propias leyes.
Otro caso de urgencia humanitaria es el de Izar y Sara Majarenas. Esperaron hasta el último día para dejarles seguir juntas, y luego se ha llegado a una fórmula que ¿es una solución o es un parche?
P.V: Es un parche, sin duda. Buscan enviar a la sociedad un mensaje de que «esta cosa está arreglada», pero sin soltar la presa. La han llevado a Madrid, con un régimen diferente al de las demás internas, porque ellas tienen cuatro horas de salida y Sara e Izar dos, y menos horas también los fines de semana... Al final siempre topamos con la excepcionalidad. Deberían estar en casa ya hace tiempo. Y con ello se pisan sobre todo los derechos de la niña, a la que se ha creado otro desarraigo que le impide estabilizarse. Siempre acaban tensando la cuerda, buscando tirar un poco más, un poco más... Y sin olvidar que todo esto está agravado por la dispersión, que hay unos abuelos que no pueden trabajar porque llevan meses dando vueltas...
Desde hace un tiempo Etxerat ha puesto en primer plano la cuestión de los menores, que sin embargo no es nueva, ha ocurrido siempre. ¿Por qué se ha tomado esa decisión de darles proyección como víctimas?
U.E: Desde Etxerat siempre hemos tenido claro que teníamos que socializar la dispersión y todas sus consecuencias. Decidimos dividirla en diferentes grupos de personas a las que más les afecta el alejamiento: primero los niños y menores, luego las personas de edad, las gravemente enfermas, qué decir de los fallecidos en carretera... Decidimos contar qué les supone a los menores la dispersión y pensábamos dedicarle tres o cuatro meses al tema, pero vista la repercusión que está teniendo hemos decidido prolongarlo con charlas, reuniones con agentes sociales... Estamos explicando que son menores cuyas vidas está agravando la dispersión. Por ejemplo, les aleja de sus amigos, de la escuela...
P.V: Es cierto que durante muchos años hemos denunciado las vulneraciones de derechos de nuestros familiares presos y nosotros nos habíamos mantenido un poco al margen, sin poner el foco en las vulneraciones de nuestros propios derechos.
¿Se superan barreras más fácil de este modo? Habrá gente que justifique lo que se le hace a un preso, pero no tanto lo que se le hace a su hijo o hija...
P.V: Sí, hemos tenido más receptividad y sentido más empatía.
U.E: Aunque hay un sector, el del PP, que sigue erre con erre. Ahí está la respuesta de su representante en la Comisión de Derechos Humanos de Gasteiz [Juana Bengoechea] echando en cara a una chavala de 20 años que siempre ha sufrido la dispersión que los culpables son sus padres, sin asumir la parte de culpa que les corresponde a ellos en esa política.
¿Ha sorprendido el sentido del primer fallo de Estrasburgo que inadmite un recurso contra el alejamiento? ¿Y han sorprendido aún más los argumentos, como que ya reciben visitas cada semana?
P.V: La conclusión es que se penaliza la solidaridad y el modo en que nos organizamos. Pero siempre hemos repetido que no les vamos a dejar solos, que allá donde les lleven vamos a estar. Y no se tiene en cuenta qué sacrificios conlleva eso... Hay una vulneración clara del derecho a la vida familiar, que no se ha tenido en cuenta en este fallo.
U.E: El 95% de los casos no se admiten a trámite en Estrasburgo. No es una buena noticia, de acuerdo, pero no lo es porque simplemente están mirando cuántas visitas o cuántas llamadas telefónicas han tenido esos presos, sin reparar en qué coste tienen esas visitas. En cualquier caso, la dispersión tiene 28 años, fue una decisión política, y creemos que también será una decisión política la que acabe con ella. Mientras, Estrasburgo tendrá que seguir mirando los casos, uno a uno, y dar respuesta.
Cuando Etxerat anunció la cascada de recursos a Europa, ya dijo que esa no sería la solución, entre otras cosas porque tardaría años... ¿Se reafirman ahora en ello?
U.E: No solo son los años. Aquí no va a ocurrir como con la «doctrina Parot», en que la anulación de un caso sirvió para resolver todo el resto. Será uno a uno. Y algunas sentencias deberían ser positivas.
P.V: Hay niños que solo visitan a sus padres una vez al mes, hay abuelos que no ven nunca a los presos... Veremos.
La cuestión más inminente ahora es ese desarme de ETA el 8 de abril. Se ha impuesto ya un discurso de que «no habrá contrapartidas», que todos parecen dar por bueno. Lo que sí habrá es un nuevo escenario y nuevas opciones, ¿o no están tan seguros de ello?
P.V: Hay que puntualizar de entrada que cuando se habla de contrapartidas... ¿Contrapartidas? Nosotros no las pedimos, estamos hablando solamente de derechos. Que el mero hecho de respetar los derechos de las personas sea visto como una recompensa dice mucho del talante de quien lo dice.
U.E: Desde Etxerat valoramos muy positivamente el paso que se va a dar el 8 de abril, porque Etxerat es parte de esta sociedad y Etxerat quiere que aquí haya una paz verdadera y justa para todos. Pero eso no conlleva que tenga que haber contrapartidas. Lo que decimos es que hay cosas que tienen que hacerse ya porque resultan urgentísimas, como la de los presos, y que son derechos, no cuestiones que haya que dar porque se haya hecho tal o cual cosa.
Sea como sea, ¿se abre un escenario en que las demandas de Etxerat pueden tener más recorrido que hasta ahora?
P.V: Sí, sin duda. Como asociación comprometida con la resolución del conflicto y la no-repetición, hay un nuevo escenario y es positivo.
En este contexto se ha filtrado un plan del Gobierno de Lakua para acercar a los presos a un máximo de 250 kilómetros. ¿Lo conocen?
U.E: No, no se nos ha informado de nada aunque solemos tener reuniones con el PNV. Es un paso que el propio PNV empiece a mojarse, aunque nos parece que una cifra de 250 kilómetros no acaba con el alejamiento. 250 de ida y 250 de vuelta son 500. Y, ¿desde dónde se mide esta distancia? Porque si es Gasteiz, hay que sumar 200 más desde Donostia, entre ida y vuelta. El sufrimiento puede ser algo menor, pero seguiría estando ahí.
¿Qué les pide Etxerat en concreto a los gobiernos de Lakua e Iruñea, qué papel entiende que deberían jugar?
U.E: Tanto Lakua como el Gobierno español pusieron en marcha la dispersión y son ambos los que deberían desactivarla. A partir de ahí, se nos hace difícil decir cómo podría presionar Lakua a Madrid, eso ellos lo sabrán. Solo decimos que hay que recordar aquella responsabilidad y hay que implicarse.
Han anunciado una primera ronda de contactos para un acuerdo social y la han valorado como positiva. ¿Sobre qué contenidos trabajan?
P.V: Sobre todo fin del alejamiento y libertad para los presos enfermos, que son las dos cuestiones más sangrantes. Buscamos un texto con el que todos podamos estar cómodos. No un texto de Etxerat, sino de todos con los que estamos hablando.
U.E: Lo intentamos porque sabemos que en el conjunto de la sociedad vasca hay un consenso muy mayoritario sobre estos temas. Y entonces, ¿por qué entre los partidos y los sindicatos no lo va a haber? A partir de ese texto, lo que pediríamos es que cada uno desarrolle su compromiso donde tenga que hacerlo.
PSE, PNV, UGT, CCOO, medios de difusión... ¿les abren la puerta más que hace dos-tres años? ¿Ha mejorado esto?
U.E: Sí, está claro. A Etxerat se le reconoce, se le abre la puerta y no se le exige nada de lo que antes se ponía por delante: convencer a nuestros familiares presos de ciertas cosas, etcétera.
En general, con todo este panorama que hemos repasado, ¿cómo resumirían el estado de ánimo de los familiares?
U.E: Es un momento difícil, hay cansancio, hay muchos palos... pero dentro de ese negativismo también hay ilusión y ganas de trabajar porque tenemos razones y porque, con los pies en la tierra, vemos posibilidades.
P.V: Solemos decir que somos optimistas patológicos. Nos une una fuerza que no se apaga. Acabaremos con esto, seguro.