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ETXERAT (18-11-2019). Entrevista a Ibon Garate e Irantzu Benito publicada este fin de semana en Gara y Naiz.

Fue en el año 2000 cuando Ibon Garate perdió a su hermano Rubén, en un accidente camino a casa desde Alcalá-Meco. «Cuando luego yo iba a visitar a algún preso, no se lo decía a mis padres hasta después de volver, para que así pudieran dormir», recuerda este otxandiarra que más tarde incluso ha sido conductor de las furgonetas solidarias de Mirentxin, revolviéndose ante la injusticia y el dolor impuestos. Apenas un año más tarde, Irantzu Benito pudo salvar la vida pero en el siniestro fallecieron Asier Heriz e Iñaki Sáez, de camino a Brieva (Ávila) desde Soraluze. Y así otras trece personas; dieciséis vidas cercenadas por el alejamiento.

Han pasado casi dos décadas y casi todo ha cambiado en Euskal Herria, salvo que ahora mismo cientos de personas siguen teniendo que recorrer miles de kilómetros para ver a sus seres queridos, en la misma ruleta. Garate y Benito alzan la voz contra ello, con serenidad pero también sin ocultar su dolor, que se amplifica por la falta de reconocimiento. Un acto de Etxerat el próximo fin de semana en Gernika, con todo el aforo ya completo, incidirá en reclamarlo.

Cuando esta entrevista se publique será domingo y habrá mucha gente en la carretera volviendo de las cárceles, con lluvia, nieve, frío... ¿es algo especialmente presente desde su experiencia trágica?

Irantzu BENITO: Sí, por supuesto. Piensas que si esos familiares y amigos estuvieran cerca de casa, que además es lo legal, no tendrían que hacer tantos kilómetros. Pero les obligan a viajar lejos, haga sol, lluvia, nieve o hielo, y eso siempre acarrea riesgo. Y no solo riesgo, también gasto económico, pérdida de tiempo...

Ibon GARATE: Es una injusticia total y, además, algo totalmente evitable. Porque no habría que cambiar la ley ni hacer ningún malabarismo, solo tomar una decisión política, solo eso.

Sus dos accidentes ocurrieron en 2000 y 2001, eran tiempos de conflicto armado duro, de bloques cerrados, de poca empatía. ¿Qué respaldo tuvieron? ¿Y qué niveles de indiferencia?

I.G: Notamos el apoyo en el pueblo, que la gente estaba con nosotros, pero a nivel institucional no existimos. A otras víctimas les ha pasado al revés: a nivel institucional han tenido apoyo, pero a nivel social no tanto. Y me consta también que algunas de ellas no han tenido tanto apoyo institucional como hemos creído.

I.B: Yo también soy de un municipio pequeño. Cuando sucedió no estaba allí porque hasta las tres o cuatro semanas no me dieron el alta, pero me contaron que el apoyo fue total, hubo un pleno de condena de la dispersión en el que algunos partidos votaron a favor, otros no aparecieron y otros votaron en contra... Pero bueno, no dio pie a un reconocimiento real. El apoyo posterior se queda en el nivel del entorno, amigos...

I.G: Yo suelo hablar de tres niveles de víctimas. Hay víctimas de primera, las oficiales, que están reconocidas y reparadas. Luego veo una segunda clasificación, con otras víctimas a las que se repara solo parcialmente, por ejemplo con las cosas que está haciendo ahora el Gobierno Vasco. Y luego estamos las de la dispersión, ni reconocidas, ni reparadas... simplemente no existimos. Y lo peor de esa falta de reconocimiento es que siguen produciéndose víctimas, porque la situación continúa igual. No solo hay víctimas del pasado, también del presente.

I.B: En el fondo, el mayor reconocimiento sería que se acabara con esto.

En esa situación, ¿cuánto sufrimiento añadió que en los medios se trataran esas muertes como mero accidente de tráfico, eludiendo los motivos?

I.B: Obviamente añade sufrimiento. Ya puestos, en vez de accidente preferiría que se le llamara siniestro, porque la palabra accidente tiene la connotación de que es algo inevitable, imprevisible, pero esto se puede evitar y se puede prevenir fácilmente. Teniendo en cuenta que a los familiares se nos obliga a viajar miles y miles de kilómetros todas las semanas, ese factor de imprevisibilidad desaparece; es totalmente previsible que va a haber accidentes, solo es cuestión de tiempo y de a quién le va a tocar.

I.B: Yo no tenía que haber hecho un montón de kilómetros aquel día, pero pienso también que antes ya había hecho otro montón de kilómetros para visitar a otros familiares y entonces tuve la suerte de que no me tocó. No me tocó antes y me tocó aquel día, ocurrieron las dos cosas.

I.G: Es así de claro, estamos en esa ruleta, cualquier fin de semana puede haber muertes, este mismo fin de semana. Por eso es urgentísimo acabar cuanto antes con esto, que es una sangría. En 20 años han cambiado muchas cosas, se habla mucho de que ETA ya ni existe, pero esto no ha cambiado nada.

En aquellos años los familiares no eran tan visibles, se hablaba mucho más de los derechos de los presos que de los suyos, ¿notan que esto ha ido cambiando, que su sufrimiento está cogiendo centralidad y que se entiende que también han sido condenados?

I.G: Es posible, sí. Al menos ahora tenemos más voz. Y se entiende que se nos están conculcando derechos a nosotros también, como el derecho a la vida familiar del punto 8 de la Convención Europea.

I.B: Está claro que estamos condenados, y sin ser juzgados. Quiero decir otra cosa: a mí me pasó esto hace ya 18 años y es este año cuando he tenido ocasión de hablar de ello. Y no ha sido porque yo no haya querido, sino porque no me han dado opción de ello. Ahora está apareciendo nuestro sufrimiento.

I.G: Cuando ocurrió el siniestro de mi hermano, el de Irantzu y otros, es cierto que estábamos totalmente invisibilizados, no existíamos, éramos víctimas de un siniestro de tráfico y ahí se quedaba. Ahora se están dando pasos. Yo tengo la experiencia con el Foro Social, he podido tener diferentes encuentros con otras víctimas, exponer mi caso y que ellos expongan los suyos, visibilizarlo al fin y al cabo. El nuestro es un sufrimiento que mucha gente no parece tener en consideración, y si queremos avanzar hay que tener en cuenta todos los sufrimientos, no se puede dejar atrás ni uno, tiene que constar todo.

¿Por qué creen que no hay reconocimiento oficial de esta realidad? ¿Es un modo de no asumir sus responsabilidades?

I.G: Obviamente. Si reconocen que tienen responsabilidad en ello y esta política se mantiene... El problema es ese, que se mantiene la dispersión.

I.B: No pueden reconocer algo malo porque lo siguen haciendo. Cuando acaben con la dispersión, entonces sí podrán reconocer que estuvo mal, pero ahora lógicamente no pueden.

I.G: Hoy la dispersión ya solo se puede entender desde un punto de vista vengativo. Aplicar una política penitenciaria de excepción solo a un colectivo determinado, imponer el primer grado sistemáticamente cuando para el resto es una medida que solo se aplica al 5% y se revisa cada cierto tiempo... eso es una venganza pura y dura.

¿Cómo entienden que en el Estado francés se haya cambiado esa política en estos dos años con cierta agilidad y en el español cueste tanto cualquier mínimo movimiento?

I.G: Pedro Sánchez dijo ya en junio de 2018 que iba a cambiar la política penitenciaria, y me pareció que era el paso más difícil que podía dar, salir públicamente a decirlo. Y luego se acercó a 25 presos pero ninguno ha venido a Euskal Herria siquiera, con lo que el riesgo de siniestro en carretera se mantiene. Hizo lo más difícil y luego... ¡pero si es tan fácil como aplicar su propia ley! ¿Por qué no avanzan? No lo sé. Puede ser falta de motivación, pero también venganza.

I.B: Yo no sé por qué no lo hacen, de verdad, no me siento capaz de entenderlo.

Y desde Euskal Herria, ¿que se puede hacer que no se haya hecho ya para acabar con esto?

I.G: Seguir presionando en la medida de lo posible. Tengo la percepción, y hablo aquí a nivel personal, de que nos estamos acomodando, de que como ya no existe lucha armada la sociedad está más tranquila, y quizás se pierde la consciencia de que hay gente que sigue teniendo que viajar muy lejos todos los fines de semana. En enero llenaremos las calles de Bilbo con decenas de miles de personas y será un chute importante para los familiares, pero no podemos pensar que con eso ya hemos cumplido y despedirnos hasta el año que viene. A la semana siguiente hay que seguir, y a la otra, y a la otra. No se puede pensar que ya harán algo con el tiempo; será más fácil lograrlo si se les presiona.

Acabamos, ¿qué reparación cabe ahora para Rubén, Iñaki, Asier..., si es que cabe alguna? ¿Y que cerraría esta herida?

I.G: Lo que urge, lo que tiene que ser ya, es que acabe la dispersión. No podemos hablar de nuestro sufrimiento como algo del pasado cuando cualquier fin de semana, este mismo, puede haber otra víctima. ¡Es que es algo muy probable! Y luego, este reconocimiento de las víctimas es un punto importante en la convivencia y en este sentido está muy bien el acto de Gernika.